Herman Hesse


La historia de Occidente, desde los tiempos del mito y la leyenda hasta nuestros días ha estado marcada por el sino de la destrucción. La Primera y Segunda Guerra Mundial, el genocidio del Nacionalsocialismo y eventos como el del once de septiembre en Estados Unidos (y nuestro propio once de septiembre también), la ya casi añeja guerra del Golfo Pérsico, el narcotráfico en Colombia, sólo son un botón de muestra de una verdad conocida por todos.

El origen de la violencia como fenómeno social, es explicado desde una perspectiva marxista por el nacimiento de la propiedad privada. Desde una perspectiva historicista, se piensa que obedece a múltiples factores, ya sean estos de índole económico, sociológico o cultural. Interesante resulta sobre este punto la teoría psicoanalítica, que explica la violencia como efecto de un sentimiento tangencial: el miedo. Pero ¿miedo a qué o a quién? ¿De qué modo el miedo puede originar un sentimiento tan aparentemente adverso como lo es la violencia?

El mecanismo que pone en marcha el instinto violento del ser humano tiene su raíz en un profundo temor al otro, al extraño, a aquel desconocido que no podemos dominar porque no conocemos sus fuerzas, o a aquel que representa la otredad radical, es decir, que concentra en sí atributos que, por diferentes a los nuestros, significan un peligro o una amenaza de contaminación o mezcla que devienen culturalmente en perversión.[1] A este respecto, Freud plantea una posibilidad inquietante: el ser humano no odia en el otro sino aquello que es parte de sí mismo, y que se auto-oculta consciente o inconscientemente. Si esto es así, entonces el verdadero enemigo está siempre primero en nuestro interior y ante la imposibilidad de luchar contra él, lo proyectamos en el espejo del otro.

El enfrentamiento del hombre contra la otredad ha sido material inagotable de la literatura y la mitología. Dentro de este último campo, el mito de Teseo y el Minotauro es especialmente significativo, pues modeliza la relación adversa entre el hombre y la otredad radical; condena al Minotauro por ser intrínsecamente mezcla y por lo tanto monstruo y exalta al héroe en tanto pureza y humanidad. Teseo mata al monstruo para liberarnos del temor que su naturaleza perversa nos produce. Nos preguntamos ahora, recordando a Freud: ¿Qué rol juega Teseo en esta hazaña contra la violencia? El mito no responde a esta pregunta; la necesaria respuesta ha llegado de las manos de las múltiples reescrituras de este relato mítico, en las que descubrimos que la violencia y la perversión no sólo están en el Minotauro, sino que también -y en ocasiones fundamentalmente- en Teseo.

Muchas obras literarias pueden ser consideradas como reescrituras de este mito. Intertextos marcados son, por ejemplo, obras de Borges y Cortázar entre muchas otras. Sin embargo, hay otras obras que pueden considerarse como reescrituras, sin ser intertextos marcados. Este es el caso de la obra del escritor alemán Herman Hesse, "El lobo estepario; sólo para locos" (1927), publicada en el contexto histórico de la postguerra, y que funciona como una respuesta al fracaso, a la superficialidad, a la violencia y a la aberración humanas.

Esta novela es especialmente interesante en tanto que transgrede el mito situando al hombre y al monstruo dentro de una misma persona, el atormentado intelectual cincuentón Harry Haller. Por las especiales características de la época y las carencias derivadas del horror de la guerra, Hesse troca al toro por el lobo, no menos solitario y feroz que su antecesor mítico, pero sí cargado de otros semas que se analizarán con más detalle posteriormente.

Como se habrá podido apreciar, el objetivo de este análisis consiste en corroborar la relación temática existente entre el mito original de Teseo y el Minotauro y la novela El lobo estepario de Herman Hesse, proponiendo a este último como reescritura del anterior. Para comprobar esta hipótesis, se seguirán los siguientes pasos:

1. Exposición del mito original

2. Contextualización histórica del autor y su obra.
3. Contrastación comparativa entre el mito y la novela, desde la perspectiva de:
a) Los personajes
b) La peripecia
c) Los efectos, alcances y derivaciones de una y otra lectura.

Se incluirán en este ítem las transgresiones del mito de acuerdo a
cada perspectiva.

3. Formulación de conclusiones
TESEO Y EL MINOTAURO: LAS VERSIONES DEL MITO

Casi todos los relatos mitológicos poseen varias versiones. Para este estudio, se considerarán aquellas que han sido aceptadas mayoritariamente en Occidente y que han tenido trascendencia a través de la oralidad y la escritura a través del tiempo.

El mito del Minotauro comienza mucho antes del nacimiento de Teseo. Cuenta el mito que Zeus, enamorado perdidamente de la bella Europa, se transformó en un toro de blancura inmaculada, y se mostró ante ella tumbándose mansamente a sus pies. Europa, asustada en un principio, acabó por cabalgar al toro. Rápidamente Zeus cruzó el mar con su carga a cuestas, en dirección a Creta. Allí se unió a ella, y de esa unión nacieron 3 hijos, entre ellos Minos, quien reinó en Creta a la muerte de Asterión. A causa de una disputa por el poder con uno de sus hermanos, Minos se vio forzado a probar su calidad de elegido para el trono. Para ello pidió a Poseidón que le enviara un toro, como prueba de que el Olimpo aprobaba su reinado. Y, en efecto, Poseidón mandó el toro, "un toro de blancura deslumbrante" destinado a ser sacrificado. Maravillado por la belleza del animal, Minos desobedeció la orden y sacrificó a otro toro. Al saberlo, Poseidón, a fin de castigar a Minos, convirtió al manso toro en un peligroso animal, e hizo que Pasífae, esposa de Minos, se enamorara de la bestia. Con la ayuda de Dédalo, Pasífae copuló con el toro, pariendo más tarde la gran deshonra del rey: el Minotauro, monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de animal, al que llamaron Asterio (o Asterión, según otras versiones). El monstruo era tan peligroso y, al mismo tiempo, de tan alta estirpe que Minos tuvo que encerrarlo en un palacio, cuya construcción encargó a Dédalo, quien erigió un palacio en forma de laberinto del que nadie, ni siquiera el Minotauro, podía escapar. El Minotauro seguía siendo un peligro que había que conjurar, de manera que para apaciguarlo, cada 9 años Minos exigía de sus sometidos súbditos atenienses 14 púberes vírgenes -7 varones y 7 hembras - para que el monstruo los devorara. Pasado los años, llegó la 3ª demanda por parte de Minos y esta vez Teseo fue con ellos para intentar acabar con el Minotauro.

Con anterioridad, Ariadna, hija de Minos y Pasífae, se había enamorado de Teseo. Éste le había prometido a Ariadna corresponder a su amor y desposarla una vez que hubiese sometido al Minotauro. Sabiendo ella que por sí mismo nadie podía salir del laberinto, pidió ayuda a Dédalo y éste dio a Ariadna un ovillo de hilo mágico. Una de las versiones más antiguas, afirma que Dédalo dio la siguiente instrucción a Ariadna: "Dile [a Teseo] que abra la puerta de entrada del laberinto, pero que antes ate al cabo suelto del ovillo al dintel. Y que nada tema porque el ovillo por sí mismo rodará por el suelo y tras recorrer tortuosos caminos llenos de recodos llegará al escondrijo donde se encuentra el Minotauro. Le deberá sorprender cuando duerma, momento en el que le agarrara por los cabellos. De esta manera el Minotauro se le someterá y podrá sacarlo a la luz. Y dile a Teseo que no se preocupe al ir al salir. Será suficiente con que vaya recogiendo hilo y de esa forma ira desandando el camino y llegara a la puerta por la que habrá entrado". [2] Esta versión pone especial énfasis en el hecho de que Teseo no combatió ni mató al Minotauro, sino que, por el contrario, el Minotauro adormilado, al verle, se le sometió, no porque fuera Teseo, y tampoco por el solo hecho de que éste le tuviera agarrado por la cabellera, sino especialmente porque Teseo, gracias a su hilo mágico, era el único que podía liberarlo, era el único que podía llevarlo a la superficie, a la luz. Según este relato, Teseo llegó a Atenas y mostró el Minotauro liberado, pacifico, entre clamor de jubilo de la multitud. Otra versión, la más aceptada en Occidente, afirma que la instrucción de Dédalo era que Teseo, al encontrar al Minotauro, debía asirlo de los cabellos y sacrificarlo a Poseidón. Es motivo de discusión si mató al Minotauro con una espada que le dio Ariadna, o con sus manos desarmadas, o con su célebre cala. Cuando Teseo salió del laberinto, salpicado con sangre, Ariadna condujo al puerto a todo el grupo ateniense. Entretanto, dos muchachos de aspecto afeminado habían matado a los guardias del alojamiento de las mujeres y puesto en libertad a las víctimas doncellas. Luego todos embarcaron para huir de Creta por la noche.

Durante el viaje, Teseo y Ariadna tuvieron sus nupcias carnales en la nave en que huían, pero antes del amanecer Teseo mostró el deseo de descansar en tierra, por lo que desembarcaron en la isla de Dia, actualmente isla de Naxos. Al amanecer Ariadna despertó y vio afligida que Teseo la había abandonado en la isla. El motivo por el que actuó así, será siempre un misterio. Algunos dicen que la abandonó a favor de una nueva amante, Eglé, hija de Panopeo; otros dicen que esta nueva amante no era otra que la hermana de Ariadna, Fedra. Otra versión afirma que mientras le detenían en Dia vientos contrarios reflexionó sobre el escándalo que causaría en Atenas la llegada de Ariadna. Otra versión afirma que Dionisios se le apareció a Teseo en sueños y que le exigió amenazadoramente que le entregara a Ariadna. Poco antes de la aurora, al despertar, Teseo entrevió la flota de Dionisio avanzar en dirección a la isla, de manera que presa del terror, al parecer en todo momento hechizado por Dionisios, huyó olvidando la promesa que le había hecho a Ariadna.

Cuando Ariadna se encontró en la costa desierta irrumpió en amargos lamentos, recordando cómo había temblado mientras Teseo se disponía a dar muerte a su monstruoso hermanastro; cómo había hecho votos silenciosos por su buen éxito; y cómo, por el amor que le tenía, había abandonado a sus padres y su patria. Invocó al universo entero para que la vengase y el Padre Zeus asintió. Luego Dionisio, con su alegre séquito de sátiros y ménades, acudió en socorro de Ariadna. Se casó enseguida con ella y le puso en la cabeza la corona de Tetis.

Zeus cumplió la petición de Ariadna y la vengó de Teseo. Bien fuera por la aflicción que sentía de haberla perdido, o bien por la alegría que le produjo ver la costa del Ática, de la que le habían mantenido apartado vientos prolongados, olvidó la promesa que le había hecho a su padre Egeo, antes de marchar a Creta, de izar la vela blanca si es que había tenido éxito y había sobrevivido a la lucha con el Minotauro. Egeo, que le esperaba en la Acrópolis, divisó el barco de Teseo con las velas negras izadas y creyendo que su hijo había muerto, se desmayó, cayó de cabeza al valle de abajo y murió. Otros dicen que se arrojó deliberadamente al mar, que desde ese entonces tomó su nombre. Teseo no fue informado de este doloroso accidente hasta que terminó los sacrificios prometidos a los dioses por su feliz regreso. Luego enterró a Egeo y le honró con un altar de héroe. (Graves, 1996)

EL LOBO ESTEPARIO. SÓLO PARA LOCOS: OCCIDENTE Y EL EXORCISMO DE SUS MONSTRUOS

1. El autor, su obra y su contexto.
Herman Hesse (1877-1962), novelista y poeta alemán, nacionalizado suizo, nació el 2 de julio de 1877 en Calw, Alemania. Hijo de un antiguo misionero, ingresó en un seminario, pero pronto abandonó la escuela; su rebeldía contra la educación formal la expresó en la novela Bajo las ruedas (1906). En consecuencia, se educó él mismo a base de lecturas. De joven trabajó en una librería y se dedicó al periodismo, lo que le inspiró su primera novela, Peter Camenzind (1904), la historia de un escritor bohemio que rechaza a la sociedad para acabar llevando una existencia de vagabundo. Durante la I Guerra Mundial, Hesse, que era pacifista, se trasladó a Montagnola, Suiza; se hizo ciudadano suizo en 1923. La desesperanza y la desilusión que le produjeron la guerra y una serie de tragedias domésticas, y sus intentos por encontrar soluciones, se convirtieron en el asunto de su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos. Demian (1919), por ejemplo, estaba fuertemente influenciada por la obra del psiquiatra suizo Carl Jung, al que Hesse descubrió en el curso de su propio (breve) psicoanálisis. El tratamiento que el libro da a la dualidad simbólica entre Demian, el personaje de sueño, y su homólogo en la vida real, Sinclair, despertó un enorme interés entre los intelectuales europeos coetáneos. Las novelas de Hesse desde entonces se fueron haciendo cada vez más simbólicas y acercándose más al psicoanálisis.

La influencia en el autor alemán del despertar crítico europeo de principios de siglo, y más concretamente de los turbulentos años 20, es evidente. Fueron años de agitación, de revoluciones, de cambios en el occidente. Tras la convulsión producida por la 1ª Guerra Mundial, el europeo se refugia en las fuentes inmediatamente anteriores de finales de siglo pasado para enfrentar la decadencia hacia la que lo arrastra la cultura occidental. Ya Nietzsche describía el camino de la muerte de la vida. Nos impulsaba a construir nuevas sendas, rompiendo con los viejos valores que nos conducían a la destrucción del propio ser humano. Es la época en que se popularizan las grandes corrientes artísticas y científicas. Nace la sociedad de masas rompiendo con la sociedad elitista. Las grandes personalidades dan paso a los movimientos sociales que toman conciencia de que pueden alterar el orden de las cosas y que determinarán el quehacer ideológico posterior de la historia occidental. En el campo de las artes, el Surrealismo, el Dadaísmo, y todos los movimientos de vanguardia que anteriormente se restringían a círculos relativamente pequeños, se generalizan en amplios sectores de población.

Todos estos factores, que desde otra perspectiva podrían haber apuntado hacia un desarrollo superior de las sociedades humanas, trajeron consigo un problema trascendental para el hombre: la indefinición esencial del ser humano. El vértigo cultural al que se ve sometido, lo arrastra a través de inconstantes modas sociales que lo tornan voluble y en situación permanente de cambio, perdiendo el sentido de la dirección y rumbo. Acostumbrado como estaba a ser controlado y sostenido por el poder burgués y los valores que éste imponía, sintió el enorme peso de tener que decidir sobre sí mismo frente al nuevo e irregular flujo de fenómenos que se cernían sobre él. El germinar de los medios de comunicación masiva, los innovadores métodos de transporte que rompían con el esquema clásico de tiempo y espacio, la invención de la fotografía y las revoluciones sociales que sacudieron al mundo, acabaron con la sensación de inmutabilidad y consistencia, logrando que el hombre sintiera que ya no pisaba sobre terreno firme. El jazz es perfecto espejo de la convulsionada época; se pierde el ritmo, la armonía y los compases que antes marcaban los tiempos se transforman en verdaderos flujos musicales, en donde la variación predomina sobre la composición, al modo de la corriente de la conciencia inaugurada por Joyce.

El surgimiento de este fenómeno se entiende mejor si se explica como respuesta al desmesurado racionalismo que llevó al genocidio y a la autodestrucción del hombre. Hesse descubre, sin embargo, que la respuesta de Occidente a su historia ha traído como consecuencia una inminente disarmonización entre el hombre y su sociedad: se genera un doble estándar que varía entre la sociedad convencional y el instinto más puro del ser humano. El único camino viable que el autor encuentra para solventar esta dualidad, está en la irracionalidad. A través del subconsciente, los sueños y la espiritualidad, la irracionalidad se subleva en contra de la vida organizada, convirtiéndose en antiburguesa, antiautoritaria y contracultural.

En esta lucha contra la racionalidad, los personajes hessianos se debaten constantemente en luchas duales. Lo vemos ya en Demian, pero el sentido de la dualidad es aún más patente en El lobo estepario, obra en la que su protagonista posee dos naturalezas que se oponen entre sí. Esta novela, publicada en 1927, es quizás la más innovadora de Hesse. La doble naturaleza del héroe —humana y licantrópica— le lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas y descubrimientos. Su protagonista, Harry Haller, se encuentra escindido, por una parte, entre los valores impuestos racionalmente, y un otro yo, animal, instintivo e irracional, que aflora en aquellos momentos de turbación existencial y contra el cual lucha la sociedad encarnizadamente. La analogía de Haller con Europa (y en definitiva, con Occidente) encuentra su punto de apoyo en el sentido de autodestrucción y de pérdida del rumbo.

2. El Lobo Estepario como reescritura del mito.

La historia del hombre que lucha contra el monstruo es muy popular en Occidente. En los cómics, el engendro es portador de la maldad y la violencia y la tarea del héroe consiste en librar a la humanidad del peligro. Se retrata al otro como un ser radicalmente diferente del hombre; físicamente, las cabezas alargadas que sugieren un cerebro más desarrollado y las mutaciones de los órganos de los sentidos insinúan cierta superioridad por sobre la del héroe. En la década de los sesenta y setenta, se hicieron muy populares series televisivas en las que se desfigura la imagen del enemigo (ideológico, social, étnico inclusive) hasta demonizarlo.

Esta fascinación por la idea de la lucha entre el héroe y el monstruo proviene literariamente del mito de Teseo y el Minotauro y ha quedado grabada en el subconsciente colectivo de Occidente. Si a los textos anteriormente citados se les considera como reescrituras, habría que convenir que las transgresiones al mito varían sólo en el nivel de la historia, es decir, cambian las circunstancias y algunos atributos de los personajes, pero la historia que les sirve de base (el mito) sigue prácticamente inalterada en sus aspectos más esenciales.

A la luz del psicoanálisis, y del alborotado contexto histórico que marcó la década del 20, surge una nueva reescritura del mito que comete una transgresión fundamental, reinterpretándolo y enriqueciéndolo: desplaza al héroe y al monstruo desde una dualidad hasta una individualidad dividida, para comprobar una vez más que no hay un otro violento, sino que la violencia y la aberración subsisten contradictoriamente en nosotros mismos. Se trata de la novela El Lobo Estepario de Herman Hesse.

Su protagonista, Harry Haller, es un hombre de unos cincuenta años, enfermo física y psicológicamente, de origen y pasado desconocidos, calificado por un personaje como un sujeto poco sociable, aislado del mundo, "un ser extraño, salvaje y sombrío, muy sombrío, de otro mundo que mi mundo", que producía una impresión extraña entre quienes lo rodeaban, a menudo ligada a los sentimientos de desconfianza e inquietud. En énfasis del narrador sobre este punto es reiterativo:

todo el individuo daba la impresión como si llegara a nosotros de un mundo extraño...

en torno a toda su persona había como una atmósfera extraña y, al parecer, no buena y hostil...

...en el fondo me siento alterado e inquieto por su causa, por la mera existencia de un ser así...

Un lobo estepario perdido entre nosotros, dentro de las ciudades, en medio de los rebaños

Desde sus ventanas oye vivir al mundo y a los hombres y se sabe excluido

Todo esto no era nada para mí, era para "cualquiera", para normales

En este sentido, Haller es un verdadero "otro" social, temido, odiado, pero admirado también. Es el monstruo social, el propio Minotauro, de alta estirpe (es un intelectual y está ligado por parte materna a la burguesía) y de naturaleza híbrida.

Quien lo presenta a los lectores, apunta: "me daba cuenta que aquel hombre estaba enfermo, de algún modo enfermo del espíritu, del ánimo o del carácter, y me defendía contra él con el instinto de hombre sano" y más tarde agrega: "un lobo estepario perdido entre nosotros, dentro de las ciudades, en medio de los rebaños...". El propio protagonista dice de sí mismo: "Caballero, nada más lejos de mi propósito que querer de algún modo reírme de esta civilidad y de este orden. Bien es verdad que yo vivo en otro mundo diferente, no en éste". La idea de estar apartado del resto de la humanidad, catalogada de "normal" o "buena", es propia también del mito. Asterión se encuentra encerrado en el laberinto y otro es su mundo y su entorno. Se distancia así física y psicológicamente del resto por constituir un ser anormal, no apto para vivir entre seres que no le son semejantes y que por lo tanto le ven como un peligro. El temor a lo diferente radica, como ya se ha dicho, no en la diferencia misma, sino en la ignorancia de sus reales atributos y poderes. En este aspecto, los cómic graficaron claramente este problema. Haller es un "otro", pero que no ha sido tan aislado por la sociedad como lo ha sido por sí mismo. Él mismo ha construido su laberinto (es Dédalo en este sentido) en el que se auto- recluye por considerarse diferente y, por lo tanto, peligroso. Al mismo tiempo, y unido a este sentimiento de diferenciación, subsiste en él el temor de ser agredido espiritualmente por el mundo, de provocar la reacción violenta contra él y su naturaleza mixta. Se aleja entonces del resto, justificando su aislamiento a través de su diferenciación. Haller dice: "¿Cómo no había yo de ser un lobo estepario y un pobre anacoreta en medio de un mundo, ninguno de cuyos fines comparto, ninguno de cuyos placeres me llama la atención?"

El desarrollo de la obra se desencadena con un hecho que llama la atención por su descontextualización de lo que usualmente llamamos normal o cotidiano. En su deambular por las calles, entre una iglesia y un hospital (instituciones encargadas del cuidado del alma y del cuerpo, respectivamente) encuentra Haller una puerta con un extraño anuncio:


Teatro Mágico
Entrada no para cualquiera
No para cualquiera.


La lectura de este anuncio requiere ser descifrada, pues las letras aparecen y se esfuman rápidamente. La idea del desciframiento es recurrente a lo largo de toda la obra, haciendo más plausible su analogía con la de laberinto. El recorrido de Haller hacia el descubrimiento de sí mismo y la aceptación de su naturaleza configuran así el progreso de la novela.

El conflicto más interesante, sin embargo, es el que se desarrolla al interior de Harry Haller. Éste siente que en su pecho conviven dos almas, dos naturalezas: la de un hombre, común, burgués, sensible, razonable, y la de un lobo, fiero, sombrío, cruel, indómito. Su drama reside en la perpetua lucha que estas dos naturalezas sostienen dentro de sí. "De esta manera reconocía y afirmaba siempre con una mitad de su ser y de su actividad, lo que con la otra mitad negaba y combatía". Como el Minotauro, Haller se debate entre su ser humano, espiritual, y su ser animal, lobo, instintivo y sensual, "quisiera o vencer dentro de sí al lobo y vivir enteramente como hombre, o, por el contrario, renunciar al hombre y vivir, al menos, al menos, como lobo, una vida uniforme, sin desgarramientos".

Encontramos, entonces, dos perspectivas para el análisis: una externa y otra interna.
Desde la perspectiva externa, Haller es el Minotauro que no tiene lugar en el mundo por su naturaleza híbrida, inconciliable, y que vive aislado del mundo, criticándolo y detestándolo por saberse superior, encerrado en un laberinto que él mismo construye en torno suyo. Esta configuración de la historia, nos desplaza hacia otra perspectiva, a la que se denominará "interna": Si Haller es el monstruo, el portador de la violencia, el agresor, ¿quién es el héroe contra el cual dirige su violencia?. No es otro que él mismo. Sabemos que es un suicida en potencia, que cada mañana mantiene una lucha consigo mismo frente al espejo, mientras sostiene la navaja de afeitar en su mano. Él es, de este modo, Minotauro y Teseo al mismo tiempo, monstruo y héroe, engendro y humano, porque no hay nada que odie más que a sí mismo y combate su naturaleza mixta constantemente. Detrás de él está la vida social, burguesa, impeliéndolo a la subordinación, a volverse parte del rebaño.

Desde la perspectiva interna, Haller repite el mito, sustituyendo al toro por el lobo, y asignándole a éste todo lo malo, lo cruel, lo oscuro y lo indescifrable que hay dentro de su alma, a la vez que atribuye a su lado citadino, burgués, gregario, la tarea de destruir a la bestia. Ésta no cede, sin embargo, y constantemente arremete contra el héroe, arrojándolo en la más penosa de las derrotas. Como en el mito, es la bestia quien cifra la vida y la muerte, siempre es el lobo y no el hombre, quien sostiene la navaja frente al espejo. Hay aquí, sin duda, la creación de un discurso de sí mismo. Todo lo que Haller no desea ser lo sitúa en este cuadro de evaluaciones monstruosas, lo proyecta en el Lobo. No ha podido anular todo aquello que detesta del mundo en que vive, porque es también parte de él, pero tampoco le es posible anular lo monstruoso que hay dentro de él.

Cabe preguntarse, ¿por qué ha elegido Hesse a un lobo para ocupar el lugar del toro?. La imagen del lobo posee semas compartidos con la imagen del toro, a saber: potencia, animalidad, instinto; sin embargo, el lobo posee algunos semas extras que colaboran con la imagen de Haller: fiereza e indomabilidad; el lobo no es un animal que pueda convivir con el hombre como lo hace el toro. Además, culturalmente se ha estereotipado la imagen del lobo que aúlla en búsqueda de la manada, y se le han asignado características como soledad y astucia. Todas las características anteriores le sirven a Hesse para ilustrar la personalidad de Haller y hacer coincidir su parte monstruosa con su soledad, a la vez que con su intelectualidad y refinamiento.

Hay un tercer alcance sobre este punto que es necesario hacer. Su lado animal, este lobo que convive con el hombre dentro del protagonista, es un lobo de estepa. La imagen del desierto ha sido culturalmente ligada con frecuencia a la del laberinto, por constituir un espacio dentro del cual no hay direcciones prefijadas que conduzcan a una salida y en el que, por consiguiente, puede uno perderse o dar vueltas infinitamente sin hallar escapatoria. Esta transgresión al mito -el cambio de la figura arquitectónica del laberinto por la del espacio natural de la estepa- obedece sin duda a factores contextuales de la producción de la novela, pues, como ya se ha dicho, se trataba de una época en la que lo que faltaba era justamente la noción de límite y de ruta prefijada. Por otra parte, la idea de estepa colabora con las ideas de soledad, aridez, desamparo, descuido, extravío, y aislamiento que el autor pretende asignarle a Haller.

Hasta el momento, se ha hecho el parangón entre Teseo, el Minotauro y su laberinto, y Haller-hombre, Haller-Lobo y estepa, evidenciando como transgresiones:

a) La transposición de la individualidad sobre la dualidad
b) Haller construye su propio laberinto
c) El cambio de sujetos desde toro a lobo
d) El cambio de espacio desde laberinto a estepa

Corresponde ahora continuar el análisis del mito desde el punto de vista de la narración y de los demás personajes involucrados en ella.

En el mito, Minos apaciguaba al Minotauro enviándole cada 9 años 14 púberes vírgenes -7 varones y 7 hembras - para que el monstruo los devorara. Para evitar que este sacrificio continuara, Teseo se incluye dentro de la nómina de elegidos y se propone matar a Asterión. En el relato de Hesse, cada vez que el lobo desea apaciguar sus instintos o arremete en un ataque contra la sociedad burguesa, el hombre dentro de él lo censura. Lo mismo sucede cuando el hombre desea disfrutar de sus placeres burgueses. La lucha entre Teseo y el Minotauro se explica aquí por una mutua aversión e incompatibilidad de intereses. El ataque es, entonces, recíproco y no unilateral como en el mito. A veces Teseo (Haller-hombre) logra asir al Toro (Lobo) por el cabello y dominarlo; pero así también a veces es la bestia la que subyuga al hombre. La lucha se torna, de esta manera, infinita, cerrando la puerta a cualquier posibilidad de triunfo, ya sea del hombre o del lobo.

Con respecto a Ariadna, sabemos por el mito que es hija de Pasífae y Minos y, por lo tanto, hermana de Asterión. Nos informa, además, el relato mítico, que se enamoró de Teseo y que, con la ayuda de Dédalo, dio al héroe un ovillo mágico para que pudiera entrar en el laberinto sin perderse y matara (o rescatara, según otra versión) al Minotauro, con la condición de que luego de cumplido su cometido, se enamorara de ella y la desposara. Por último, sabemos de ella que fue abandonada por Teseo, por obra y maleficio de Dionisios, en una versión, por el amor de otra mujer, en una versión diferente.

Pues bien: Hesse reescribe esta parte de la historia de manera transgresora, pero sin perder el hilo de la narración. Nos encontramos en El Lobo Estepario, en primera instancia, con una primera Ariadna, llamada Armanda. Al igual que la Ariadna del mito, Armanda le promete ayudar a Haller a encontrar el camino de salida a su propio laberinto. Es ella quien dicta las pautas y la que decide lo que Haller ha de hacer y lo que no. Ha puesto una condición: él se enamorará de ella. Hasta ahora, la reescritura del mito ha avanzado sin mayores transgresiones más que la de transformación del ovillo mágico en las órdenes dadas por Armanda a Harry. Pero luego Armanda agrega a su condición un nuevo elemento: Haller deberá matarla luego de enamorarse de ella. Efectivamente Harry la mata, aunque no sabemos a ciencia cierta si este asesinato ha sido concreto o meramente simbólico. En el mito, tras el abandono de Teseo, Ariadna se casa con Dionisios y en ese sentido, deja de ser la Ariadna que era para convertirse en una nueva mujer. La muerte de Armanda puede ser simbólica en este punto.

Descubrimos en Armanda la misma naturaleza dividida que hallábamos en Haller, aunque no hay en ella bestias ni monstruos que luchen entre sí. Frecuentemente llama "hermano" a Harry, quizás como nunca lo hizo Ariadna con Asterión. Es mixta también en el aspecto sexual: Ha incursionado en el lesbianismo y, por otra parte, tiene rostro de muchacho y le recuerda a Haller a un amigo que tuvo durante los años de su juventud.

Más adelante, Hesse incluye un nuevo elemento en la historia que, según una u otra versión del mito, puede considerarse o no como transgresión: la aparición de María, la bella muchacha con la que Haller comienza su redespertar sexual y la que le enseña a vivir con más alegría y menos pesantez la vida.

Si ponemos como base la versión del mito que afirma que Teseo habría abandonado a Ariadna a favor de Fedra, tendríamos que admitir que la verdadera Ariadna es María y que Armanda sería Fedra, puesto que Haller abandona a María para estar con Armanda.

Si, en cambio, aceptamos la versión contraria, que afirma que el abandono de Teseo se debió a un artilugio de Dionisios, el dios estaría encarnado por Pablo, el amigo músico de Armanda, quien guía a Harry por su Teatro Mágico. Pablo, como Dionisios, está ligado a las artes, a la bohemia y especialmente a la música. Y es cuando lo encuentra durmiendo desnudo junto a la muchacha que la asesina. Armanda y María serían ambas dos caras de la misma Ariadna, puesto que se coayudan en la liberación de Haller del laberinto. Y, luego del éxito, ambas son abandonadas, una literalmente, otra simbólicamente.

El rol de Armanda (y de María) es ayudar a Haller a descifrar su propio laberinto y a encontrar la única salida: el humorismo. Si recordamos a Deleuze en su obra "Crítica y Clínica", en el apartado sobre el misterio de Ariadna según Nietzsche, tendremos que aceptar una tercera lectura: Para salvarse, Haller debe convertirse en Dionisios, debe aprender a reírse de sí mismo y de lo demás, aprender a jugar, a bailar, a soltar la carga del héroe, a liberarse de la seriedad, la pesantez y a amar la tierra. Debe aprender que no necesita ser perfecto y que afirmar no consiste en soportar un peso terrible, al modo del héroe clásico, sino saber vivir como posibilidad, con la multiplicidad de seres que hay en cada hombre. Haller ha tenido éxito en su empresa y ha aprendido sus lecciones. Y, como el Teseo del que habla Deleuze, ha debido convertirse en Dionisios. Es él quien ha abandonado a ambas muchachas, pero no en el sentido literal: ha liberado a Armanda de su carga y la ha convertido en una nueva mujer. Desde cualquier punto de vista que se mire, Ariadna está presente en la novela de Hesse. Le enseña a Harry a bailar y a reírse de sí mismo. Le guía a través del laberinto y le ayuda a destruir el Minotauro que él mismo es. Como dice el autor, "en caso de que el lobo estepario, a quien no faltan facultades y disposición para ello, lograra en el laberinto de su infierno acabar de cocer y de transpirar esta bebida mágica, entonces estaría salvado. ... Para alcanzar esto... tendría un lobo estepario que enfrentarse alguna vez consigo mismo, mirar hondamente en el caos de la propia alma y llegar a la plena conciencia de sí. ... El hombre y el lobo se verían obligados a reconocerse mutuamente, sin caretas sentimentales engañosas, y a mirarse fijamente a los ojos. Entonces, o bien explotarían, disgregándose para siempre, de modo que se acabaría el lobo estepario, o bien concertarían un matrimonio de razón a la luz naciente del humorismo."

Si nos ceñimos estrictamente al mito, Teseo recibe un castigo por haber abandonado a Ariadna. Haller desea ser castigado. Luego de haber matado a Ariadna, le dice a Mozart "No anhelo otra cosa más que expiar, expiar, expiar, poner la cabeza debajo de la guillotina y dejarme castigar y destruir". El castigo que se le impone es desconcertante: "Usted ha de acostumbrarse a la vida y ha de aprender a reír. Ha de escuchar la maldita música de la radio de este mundo y venerar el espíritu que lleva dentro, y a reírse de la demás murga". Esto es, en otras palabras, conciliar al lobo con el hombre, al toro con el hombre, al Minotauro con el héroe. Deshacerse de su carga y vivir la vida tal cual es.

La presencia de los inmortales no es gratuita en este sentido. Reemplazan a los dioses del mito, tan caprichosos como severos. Dos de los inmortales son especialmente importantes dentro de la obra de Hesse: Mozart y Goethe. Mozart es quien dicta su última sentencia y está íntimamente ligado a Dionisios e, intradiegéticamente, a Pablo, el músico. En un comienzo el citado por Haller constantemente para hacer la diferencia entre su música armoniosa, solemne y culta (reflejo, sin duda, del hombre que vivía dentro de él) y el jazz, popular, alegre y salvaje (como su lobo).

Dice Haller: "Una mitad de esta música [el jazz], la lírica, era pegajosa, superazucarada y goteaba sentimentalismo; la otra mitad era salvaje, caprichosa y enérgica, y, sin embargo, ambas mitades marchaban juntas ingenua y pacíficamente y formaban un todo. ... Naturalmente que comparada con Bach y Mozart y con música verdadera, era una porquería" 36 Cuando Hesse pone a Mozart en le cuerpo de Pablo, no hace más que probar que el arte es la única instancia en que dos realidades tan distintas como el salvajismo y el sentimentalismo, o el jazz y las obras clásicas, pueden encontrarse. Funciona como espejo de lo que debe hacer Harry: conciliar sus dos naturalezas, ser auténtico.

Goethe, en cambio, cumple una función más metafórica. Es el vínculo entre el humorismo y la solemnidad, es el punto de apoyo sobre el cual Haller puede construir un puente que reestructure su vida y le permita tomar la mano de Ariadna para escapar del laberinto. En términos del mito, Goethe es Dédalo, no el constructor del laberinto, sino aquel que entrega el ovillo mágico a Ariadna para liberar a Teseo (y al Minotauro).

El mito de Teseo y el Minotauro nos sitúa ante el enfrentamiento del ser humano con "lo otro", lo distinto, la otredad radical. Es la oposición entre el hombre y el monstruo. El héroe debe matar al monstruo para liberarnos de lo que nos produce temor, para librarnos de aquello que encarna la perversión, lo antinatural, siendo su tarea, de esta manera, intrínsecamente social. Esta idea está relacionada con el poder: el que domina construye al extraño como otredad.

Esta historia es la explicación mítica al origen de la violencia, vista como externa, proveniente de la barbarie, del otro, pues es la bestia quien cifra la vida y la muerte. Freud puntualiza, sin embargo, que no odiamos ni tememos sino aquello que está también dentro de nosotros. He aquí el engendro, mitad hombre, mitad bestia, parte nuestra, hijo de nuestras aberraciones y que ha de ser combatido con el auxilio de la razón, que en su sangre lleva también el signo de la violencia, aunque de manera muy sublimada. Así mismo, Occidente ha caído en una profunda neurosis tratado de vencer a sus monstruos situándolo fuera de sí, sin darse cuenta de que precisamente es en su interior donde se agitan los verdaderos monstruos. Y aún peor: ha transformado en monstruos aquellas cosas que bien podrían ser sólo posibilidades de escape a su laberinto.

En el caso de Haller, el hombre y el lobo sufren la misma división que casi todos nosotros en algún momento de nuestra existencia que aprendemos sobre modelos antagónicos: santo o pecador, amigo o enemigo, egoísta o generoso, etc. El protagonista sufre el mismo problema que la cultura occidental, tratando de encontrar la razón de esta odiosa convivencia entre opuestos. La realidad que vivimos nos enfrenta a la imposibilidad real de asumir tales modelos y nos urge a la conciliación y la búsqueda de alianzas entre los valores que defendemos y los que supuestamente aborrecemos, aún perteneciéndonos ambos.

El Hombre desea la muerte del Lobo, no porque esté en capacidad de cometer tal crimen, ni porque sea capaz de sacrificarse a sí mismo, sino como reflejo de su temor. El Hombre se siente amenazado por el Lobo y el Lobo conoce este temor del mismo modo que ambos, Hombre y Lobo saben que no hay existencia posible si uno de los dos muere.

Nosotros vivimos en general enfrentando la vida a través de nuestros miedos, procurando con afán condicionar nuestra conducta a los valores y virtudes que enaltecemos, pero incapaces de conciliarlos con nuestros más perversos pensamientos. Y cedemos a la naturaleza del Lobo por temor a perder la vida en el intento.
Del mismo modo, Occidente se encuentra dividido entre dos tendencia fundamentales: una violenta, agresiva, "monstruosa" y otra sublime, intelectual, "burguesa". Haller es el espejo de Occidente que busca redimirse en un acto de heroísmo, pero sin haber pasado por un auténtico examen de sus propias cargas. Ha podido mirarse en el espejo de Oriente, pero en lugar de eso sólo ha conseguido transformar en kitsch todo atisbo de espiritualidad o autenticidad que ha recogido de ahí. No ha querido reconocer al lobo en su interior y por lo tanto está condenado a repetir, al modo de Haller y su lobo, los mismo errores una y otra vez. Para Occidente, no habrá muerte del monstruo mientras no se atreva a penetrar en el laberinto que él mismo es y mirar de frente su propio Minotauro.

NOTAS
[1] En esta perspectiva, la pureza es el bien por excelencia que se debe defender a toda costa. El terror a la mixtura, a la pérdida de los límites, se da en diversos niveles de la existencia. Por ejemplo, está el temor de la mixtura entre dicotomías físicas como exterior e interior, o cuerpo y fluido (el asco es un síntoma de este fenómeno). A nivel de especie y cultura, prácticas moral y normativamente sancionadas como la zoofilia, la pedofilia o el incesto, han sido prohibidas por constituir mixturas extremas entre entidades cuya escisión ha sido determinada por la cultura y/o la sociedad como necesaria y buena. El racismo responde básicamente a esta lógica.
[2] Extraído de la página web www.grau-anatheoresis.com

BIBLIOGRAFÍA.

1. DELEUZE, Gilles. Crítica y clínica: Misterio de Ariadna según Nietzsche
2. GRAVES, Robert. 1996. Los Mitos Griegos. Madrid. Alianza Editorial.
3. HESSE, Herman. 2001. El Lobo Estepario. Santiago de Chile. Editorial Centro Gráfico.
4. REVISTA ATENEA N° 397. 1962. "Los dioses y los hombres en la Ilíada" en Carla Cordua. Editorial Universitaria.

Recursos de Internet
1. V.V.A.A. Herman Hesse. Vida y Obra. http://www.epdlp.com/hesse.htlm
2. V.V.A.A. Herman Hesse y su contexto histórico. http://www.mundofree.com/dialectrica/numero1/juanma.htm
3. V.V.A.A. Herman Hesse. http://www21.brinkster.com/fito81/biohesse.htm